En este momento estás viendo ¿MAGIA O TRABAJO?

Todos tenemos problemas. De diversa índole, algunos familiares, económicos, emocionales, de relación, de trabajo, de vecindad, sociales, de salud o un sinfín de otros ámbitos donde la vida nos plantea dificultades, que no siempre nos resultan fáciles de abordar.

La gran diferencia la hace, no lo que nos ocurre, sino, cómo lo enfrentamos. Podemos hacer un gran drama de algo superfluo o extremadamente simple, o bien mostrar la mejor indiferencia, sabiduría o temple ante el más grave de los problemas. Todos conocemos casos de ambos tipos de personas: las que se hace un atado por todo y aquellas que no se complican por nada y la gran diferencia, como está dicho, es la manera cómo enfrentamos la vida.

Por lo que he visto, existe la extendida creencia de que la magia es capaz de solucionar nuestras dificultades y aunque no niego en absoluto que existe, he comprobado que, en la mayoría de los casos, el poner en manos de maestros, gurús, chamanes o magos, es finalmente una fuente de frustración y de profundización de los problemas, porque tengo la firma convicción que no hay posibilidades de solucionar los problemas sino es con trabajo personal.

No tengo claro si es la pereza, la comodidad, la ingenuidad, ignorancia o la estupidez la que nos hace actuar así, pero cada día veo más y más personas buscando milagros derivados de un frasco, de una imposición de manos, de una dinámica, de una lectura de cualquier artilugio, o de un sinfín de terapias que ponen la capacidad de sanación o solución de nuestros problemas en manos ajenas que, con la mejor de las intenciones, intentan dar con la pócima mágica para ayudar o salvar a otros de sus destinos infelices, mientras cunde el descrédito, crecen los charlatanes y se desprestigia la honrada profesión u oficio del sanador o coach o terapeuta.

Esto funciona igual que la salud, al modo como lo entiende el mundo occidental: la enfermedad es algo que nos acontece por causas externas (virus, bacterias, estrés, accidentes, herencias, etc.) y es solucionada por un agente externo (médico) con un remedio exógeno (farmacología), en circunstancias que si lo entendiésemos como algo que depende de nosotros, nos sentiríamos seguramente más empoderados, es decir, a cargo de nuestra salud y bienestar, con muchas posibilidades de realizar acciones concretas para sentirnos en armonía, equilibrio y llenos de energía, si nos ocupamos, por ejemplo, de lo que comemos, de lo que tomamos, de nuestra actividad física, de lo que vemos, de lo que hacemos, de los lugares a los que vamos, etc. A la ciencia e industria alimenticia y farmacológica le conviene mucho esta pobre mirada sumisa.

Por eso me pregunto frecuentemente si es ignorancia, flojera o el sistema de creencias y patrón de conducta está tan arraigado que mientras no despertemos y nos hagamos consciente de quienes somos, de dónde vivimos, con quiénes estamos y, sobre todo, de dónde vienen nuestras acciones y paradigmas, es poco probable que seamos protagonistas de nuestras vidas y mantengamos esa actitud de víctimas y dependientes de la decisión de otros, a quienes le entregamos nuestra salud, nuestro sistema de valores y nuestras vidas. Eso es, al menos una actitud infantil y para ser adultos, tenemos que actuar como tales.

En esta misma preciosa revista está lleno de información y datos de caminos, de terapias, de escuelas, de métodos, sistemas o alternativas para recuperar nuestra salud, equilibrio y armonía. El mundo está ofreciendo cada día más opciones, pero mucha gente está equivocando el camino o, mejor dicho, la forma de tomarlos, pues nuevamente está entregándole el poder a otros.

Para mí, no hay forma de sanarse o tener la sabiduría necesaria para enfrentar las dificultades de la vida, con todos los recursos de que disponemos, para tener una vida más parecida a lo que soñamos y no solo “lo que nos sale, no más”, si no es mediante el trabajo personal; que importa primeramente un gran “darse cuenta”, despertar, conocerse, mirar nuestro pasado, reinterpretar, comprender mi mundo emocional, escuchar nuestro cuerpo, desafiar mis paradigmas o juicios maestros, aumentar, en definitiva, nuestro nivel de conciencia.

No niego que la magia pueda existir. No rechazo el poder de sanación de muchas personas, no excluyo terapias que miran el sistema familiar, que disuelve patrones de vidas pasadas, que conecta con nuestros ancestros, que equilibra nuestras energías con imanes, sonidos, imposición de manos, luces, colores, olores, astros, cartas e incluso frutos y alimentos milagrosos y varitas mágicas de todo tipo. Son fantásticas y he visto funcionar montones. En mi entendimiento y experiencia, su gran gracia radica en su poder despertador.

Una vez que experimento y la magia hace lo suyo, debiera ser capaz de volver a ponerme de pie y hacerme cargo de mi propia existencia y aumentar mi grado de conciencia despierta. Para eso, por supuesto que viene bien la ayuda de terceros. Es más, estoy convencido de que hacer ese camino solo es tremendamente difícil. Para eso estamos los coaches, terapeutas, guías, maestros o como se les quiera llamar o mirar. Pero el poder no está en ellos. Está en la persona que quiere sanarse, mejorar, aprender, crecer y vivir en armonía con el Universo.

Es muy tentador dejar el trabajo allá afuera, como en la medicina tradicional, pero es mucho más poderoso y efectivo, hacerme cargo de mi bienestar o de mi salud física, emocional, mental o espiritual, mediante el trabajo. No me refiero al trabajo externo de generación de dinero o gestión con el mundo, si no al trabajo interno, aquel que implica “meterse para adentro”, mirarse, comprender dónde aprendí que las cosas eran así como las veo; dónde aprendí a reaccionar emocionalmente de tal o cual manera, ¿por qué?, ¿para qué?, ¿cómo se relaciona mi infancia con mi manera actual de relacionarme con mis parejas, con mis amigos? ¿Por qué se repiten, una y otra vez, los problemas o circunstancias en determinados ámbitos en mi vida y me niego a reconocer que se trata de un patrón personal o a veces incluso familiar?

Por otra parte, nos encontramos con la inmensa, numerosa e invaluable información que nos estrega nuestro cuerpo. Ya sabemos todos de la innegable relación de nuestras emociones con nuestras disfunciones físicas. ¿Y si tomamos nuestras tensiones, dolores o enfermedades como síntomas o señales de algo y dejamos que se manifiestan y las escuchamos, en vez de solo tomarnos algún analgésico para dejar se sentir?

Estoy convencido de que esa es la función de quienes trabajamos en el mundo de las terapias; ayudar a otros a despertar, a incentivar el trabajo personal, aumentar el autoconocimiento, hacerse cargo de lo que le toca a cada uno y elevar el nivel de conciencia del planeta. Entonces sí, es muy probable que la magia funcione. Porque de que existe, existe… y creo que la ayudamos si ponemos de nuestra parte. Como decía un santo patrono que tuve alguna vez por ahí: “a Dios rezando, con el mazo dando”…

Es muy importante aprender a pedir ayuda,  a las personas adecuadas, de manera oportuna, con la mayor claridad y asertividad posible, como adultos, idealmente, para poder hacernos cargo de aquello que necesitamos asumir y cambiar en nuestras vidas.

Ignacio Verdugo Ramírez de Arellano

Abogado- coach ejecutivo PCC- Constelador Sistémico

Terapeuta Bioenergético- Sonoterapeuta.